martes, 2 de diciembre de 2014

Lujuria, Concupiscencia y Deseo

LUJURIA El término hebreo zimma se emplea algunas veces, especialmente en el libro de Ezequiel, para señalar a una maldad que incluye la idea de artificio voluntario, un plan de refocilarse en el pecado. Por el contexto, se entiende que la referencia es a pecado sexual (“Y se enamoró de sus rufianes, cuya lujuria es como el ardor carnal de los asnos, y cuyo flujo como flujo de caballos” [Ez. 23:20]; “… y se descubrirá la inmundicia de tus fornicaciones, y tu lujuria y tu prostitución” [Ez. 23:29]).
En Ro. 13:13 se lee: “Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujuria y lascivias, no en contiendas y envidia”. Mientras la concupiscencia es el deseo exagerado y pecaminoso, la lujuria es la práctica en los hechos de esos deseos en el ámbito de lo sexual.

CONCUPISCENCIA El término griego epithumia se traduce como “deseos” (Ro. 13:14; Efe. 2:3), pero siempre con la idea de exageración en ese sentimiento o inclinación. Cuando el Señor Jesús dice: “¡Cuánto he deseado comer esta pascua con vosotros antes que padezca!” está usando esa misma palabra (epithumia =cuánto he deseado [Lc. 22:15]). Pero mayormente la palabra es utilizada para señalar la inclinación al mal de nuestra naturaleza caída, que produce apetencias, codicia ilegítima, deseos exagerados, recurrentes, desordenados, vehementes y siempre pecaminosos. Así, los hombres viven “en la concupiscencia de sus corazones” (Ro. 1:24), pero los creyentes no deben obedecer las concupiscencia del pecado en sus cuerpos mortales (Ro. 6:14; 1 P. 4:2–3).
DESEO “Desear” es más que contemplar o anhelar algo. Epithumía denota una resolución firme y, literalmente, la reunión de energía física para hacer realidad la visión que se tiene en mente. Durante los últimos tiempos del NT, la palabra se usó exclusivamente como sinónimo de maldad (Stg. 1:14–15; 2 Ti. 2:22; Tit. 2:12).
Los rabinos del primer siglo enseñaban la condenación tanto del mal deseo como de la mala acción. Ellos decían: “Los ojos y el corazón son dos agentes del pecado”. Pero su enseñanza no fue tan fuerte como la de Jesús en Mateo 5:28, donde menciona que la “codicia” es equivalente al “adulterio” cometido en el corazón.
A pesar del aumento de los dolores de la mujer cuando tuviese a sus hijos, y del dolor con que daría a luz, parte de su maldición fue: “Tu deseo te llevará a tu marido” (Gn. 3:16, VP). Este persistente deseo de ser los dos “una sola carne” sobrevivió aun a la caída. Por tanto, la pregunta básica es si el deseo lleva a la relación íntima o a la explotación (1 Jn. 2:16); y la respuesta depende de quién gobierna el corazón, si es el yo (lascivia) o Dios (afirmación).


Lockward, A. (1999). En Nuevo diccionario de la Biblia (p. 657). Miami: Editorial Unilit.
Bromiley, G. W. (2006). CONCUPISCENCIA. En E. F. Harrison, G. W. Bromiley, & C. F. H. Henry (Eds.), Diccionario de Teología (p. 115). Grand Rapids, MI: Libros Desafío Joy, D. M. (2009). DESEO. En R. S. Taylor, J. K. Grider, W. H. Taylor, & E. R. Conzález (Eds.), E. Aparicio, J. Pacheco, & C. Sarmiento (Trads.), Diccionario Teológico Beacon (pp. 202–203). Lenexa, KS: Casa Nazarena de Publicaciones.

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