Erase una vez en un pueblo muy lejano allá a las afueras de una aldea. Vivía un anciano muy sabio que respondía a todas la preguntas, por mas difíciles que sean.
Cierto día tres jóvenes al escuchar de la sabiduría de este anciano hicieron un plan para hacerle caer en su respuesta… en ese, uno de ellos dijo: tengo una idea brillante la cual no podrá responder cuando le haga la pregunta. Los dos jóvenes dijeron ¿cuál es la pregunta? ¡Dinos queremos saber! El joven que tenía la idea dijo: llevaré en mi mano un polluelo y le haré la pregunta: Anciano, lo que tengo en mis manos ¿Está muerta o está viva?, sí el respondiere que está viva, entonces en ese instante aplastaré mi mano hasta matarla y le diré al anciano, no sabes, ¡está muerta!! Y sí el respondiere que está muerta, no le haré nada y le diré: anciano, no sabes ¡está viva! Al saber eso, los tres estaban felices por esa buena pregunta.
Con esa idea en mente se fueron a las montañas donde vivía el anciano. Después de caminar varias horas por fin llegaron. El anciano estaba sentado en su sillón balanceándose de un lado hacia el otro, tenía unas barbas largas. En ese instante el joven le hizo la pregunta: anciano Lo que tengo en mis manos ¿Está muerta o está viva? El anciano seguía balanceándose de un lado a otro con los ojos cerrados, y los jóvenes están atentos mirándole fijamente, preguntándose ¿Cuál sería su respuesta? De repente el anciano abrió los ojos y los miro fijamente a los ojos, y respondiente les dijo: lo que tienes en tus manos, si está muerta o está viva, no depende de mí, sino de ti, y está en tus manos su vida.
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