jueves, 12 de febrero de 2009

EL RATON Y EL GATO

Cuentan los ancianos, que hace mucho tiempo había un gato vivía con sus tres gatitos, a los cuales la mamá gata les entrenaba para que ellos cuando sean grandes puedan alimentarse solos. Todos los días los gatitos jugaban con cosas que encontraban en el mundo.

Cierto día un ratoncito muy feliz salió de su casa buscando comida para su familia, como todos los días salió despidiéndose de su esposa:
—Hoy será un día maravilloso, estoy con ganas de trabajar y traer comidas ricas a nuestro almacén, espero que para cuando regrese esté lista el almuerzo, te amo amor mío, compórtense bien niños, diciendo salió al campo.

El ratoncito bien feliz estaba caminando buscando comida, sin darse cuenta de que allí de entre las ramas observaba su enemigo para atraparle. En eso la mama gata le atrapando al ratoncillo dijo a sus gatitos:
—Mira a quien le atrape!, para atrapar ese bandido nosotros nos estamos preparando, quiero que hoy día aprendan a atrapar a su presa. Así, por la orden de la mama gata los gatitos se divertían con el ratoncillo.

En eso un señor estaba pasando por ese lugar donde los gatitos estaban jugando con el ratoncillo, al percatarse de esta escena, se detuvo para observar sigilosamente. Allí él veía como, el ratoncillo quería zafarse de la garra de sus enemigos, y cada vez que lograba, la mama gata estaba para atraparle y poner otra vez al medio sus gatitos, para que se diviertan hasta que lo maten al ratoncillo.
Al verse atrapado sin la posibilidad de vivir y en su desesperación el ratoncillo gritaba:
—Por favor! Por favor! Ayúdenme! Líbrenme de mis enemigos, que me quieren matarme!
Al ver en la desesperación al ratoncillo, el señor tuvo compasión de él, decidió librarle de las garras de su enemigo.

El señor agarrando unas piedras comenzó librar de la muerte inminente del ratoncillo.

Muchas personas estamos así como el ratoncillo en las garras del enemigo, cuando no recordamos de las cosas buenas que Dios tiene para nosotros, el enemigo toma ventaja para dañarnos y apartarnos de la presencia de Dios. Él quiere lo mejor para nosotros, quiere que vivamos haciendo la voluntad de Dios, obedeciendo los mudamientos de él.

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